Soledad Pérez Duhalde - Economista de la consultora Abeceb
Luego de abandonar la estrategia de pequeñas devaluaciones programadas, dar un golpe de timón y permitir una depreciación del tipo de cambio del 16% en sólo dos jornadas, el Banco Central ha tomado una serie de medidas que le han permitido a las autoridades lograr la tan ansiada pax cambiaria. Sin embargo, impactarán en forma adversa sobre el gasto de los hogares. En primer lugar se dispuso una fuerte suba de tasas de interés que, en sólo dos ruedas de subastas de letras y notas del Central, ascendió a 900 puntos básicos. Con esta suba de tasas, la autoridad monetaria absorbió una gran parte de los pesos que está inyectando al mercado por asistencia al Tesoro.
Si bien esta política monetaria más restrictiva es una de las principales razones por las que el dólar en el mercado paralelo se mantiene relativamente anclado, la medida tiene un impacto directo sobre el consumo, y con ello, sobre el nivel de actividad. De hecho, la preocupación frente a la desaceleración del crédito ha llevado al Banco Central a desandar parte del camino y a recortar las tasas de interés en la última licitación en 100 puntos básicos. La medida es considerada prematura, ya que si bien las expectativas de devaluación se encuentran relativamente ancladas, y la liquidación de la cosecha aportará una gran cantidad de dólares para sostener el tipo de cambio, se espera que una vez que se levante el ancla cambiaria al final de la cosecha, la combinación de tipo de cambio, tasas e inflación no sea del todo consistente. No obstante, a corto plazo, la medida supone un alivio para el nivel de consumo.
Pero aún cuando la incertidumbre en el plano cambiario hoy sea algo menor a la de enero, y la política monetaria contractiva contribuya a estabilizar los precios, la inflación ya se ha acelerado sensiblemente como producto de la devaluación de enero. Según reconoce el mismo Indec con el nuevo índice de precios con el que intenta levantar la moción de censura del FMI (el IPCNu), la inflación acumulada en los tres primeros meses del año ascendió al 10%. En este contexto, el Gobierno busca moderar las demandas de los sindicatos, tras haber comprendido los costos derivados de una elevada nominalidad en la economía. Sin embargo, el costo a pagar es la actividad. Los sindicatos son bien conscientes que en un año en el que la actividad se mostrará en caída existe una compensación entre la preservación del salario y el nivel de empleo.
Mientras tanto, se ha especulado con que el Gobierno introduzca modificaciones a la cuarta categoría del Impuesto a las Ganancias, como lo hizo en 2013, para que los ajustes salariales a los trabajadores de ingresos medios no se vean corroídos por este tributo frente al avance de las variables nominales. En suma, el panorama para el consumo es, en su mayoría, negativo. El ajuste monetario genera una desaceleración del crédito al consumo. La moderación de las paritarias y la aceleración de la inflación redundarán en una erosión de los salarios y de las jubilaciones. En un contexto de nula creación de empleo e inflación en ascenso, la masa salarial y jubilatoria real registrará este año una retracción. Con un nivel de actividad que alcanzaría una caída de 1,5% este año, la expectativa para el consumo apunta a un retroceso de 1,8%.